HISTORIAS DE LA CIUDAD, LA NOCHE, LOS AUTOS Y LA RUTA

HISTORIAS DE LA CIUDAD, LA NOCHE, LOS AUTOS Y LA RUTA

"Ya he escrito toda la carretera. He ido rápido porque la ruta es rápida. Es sobre tí, sobre mí y sobre el camino"
(Carta de Jack Kerouac a Neal Cassady fechada el 25/5/51)





viernes, 29 de mayo de 2015

VIEJOS LOBOS

8 PM, hace rato que el tímido sol de otoño se escondió y la noche declaró el comienzo de su reinado. Ayer fue viernes, mañana no sé, ni me importa. La avenida Santa Fe bajo mis pies late. No como en otras épocas, pero aún lo hace, lejos de su esplendor, lejos de Cinema, de Tower Records y de Filippo, aún trata de conservar ese glamour que alguna vez la llenaba de orgullo. Ahora hasta la hicieron doble mano, una atrocidad. Algo así como cambiar por la fuerza el curso de un río. Daría cualquier cosa por escuchar a Crystal Waters. Nada le sienta tan bien a la noche de sábado por esta zona como Crystal Waters o Depeche Mode.  A los Depeche los puedo escuchar en unas horas en “El Living”, que inexplicablemente sobrevive, como yo. A Crystal Waters creo que debo escucharla en algún lugar más vicioso y oscuro, pero ya quedan pocos de esos, y en ninguno se respira aquella atmósfera de vanguardia de las noches de “Gypsy Woman”, o de “Show me love” de Robin S. Cuando sonaba “Show me love”, ya te sentías a salvo, en un sótano tan profundo, sin reglas y con olor a humedad y cigarrillo, que ya no querías que nadie te rescate de allí. Bienaventurados aquellos que conocimos aquellos pequeños infiernos de habilitaciones municipales precarias, donde aún se podían transgredir normas sociales.
         A minutos de allí, la avenida Corrientes mantiene su eterna vigencia nocturna con su infinita cartelera teatral y las mejores pizzerías del mundo.
A Recoleta la mataron cuando las huestes moralistas cerraron uno a uno sus fantásticos cabarets. Y comenzaron a abrir patéticas franquicias de hamburguesas caras, café caro, tortas caras y toda esa basura apta para todo público, y así le quitaron la adrenalina de su oscura clandestinidad con clase, llena de misterios y aventuras.
En Palermo y en San Telmo es imposible estacionar, y si bien hay buenos lugares para comer, el gran “medio pelo” argentino que abarrota todas las mesas de cada local colapsado de gente, tira muy abajo la onda de esos lugares; tanto que ni siquiera las turistas brasileñas que hablan fuerte y lucen orgullosas sus escotes bronceados, pueden levantar la situación.
         Aquel sentimiento que en otros tiempos fue adrenalina pura, hoy mezcla sus agitadas aguas con cierta nostalgia que no se si quiero tener. Pero es inevitable. Recuerdo aquellas líneas maestras de una canción que rezaba eso de que “la noche tira un salto mortal…y el joven lobo quemándose de amor” Hasta que el joven lobo se transforma en viejo lobo y ya no puede quemarse de amor, porque se ha vuelto blindado con sus cicatrices. Lobo al fin.
         Pero en definitiva, solo aquel que conoce la ciudad y la noche, es quien valora esa extraña paz que se alcanza en el camino cuando uno se aleja de casa y toma la ruta. Supongo que hace siglos los navegantes que dejaban las costas europeas, adentrándose en el mar sin saber lo que les esperaba en ese océano de leyendas pobladas de mitos y monstruos marinos, debían sentir algo parecido en cierta medida. Pero el espíritu de aventura y las ansias de descubrimientos eran aquello que los impulsaba a seguir adelante en aguas desconocidas.
         Con mis amigos diseñamos un sistema casero artesanal para el acelerador de mi motor V8 350 de 260 HP. Resortes, cables y tuercas ajustadas por nosotros mismos, algo que sería impensable en un auto nuevo con sus sistemas electrónicos de computadoras diseñadas para los maricas que ven el “Informe Automotor”  de Canal 13 con las novedades del mercado del plástico. Yo prefiero bajar el pie derecho pisando el acelerador hasta sentir las vueltas del metálico caracol de metal que va a los brazos del scoop que abre sus ojos, tensando todo ese poder que pasa por el burca que tira sus chorros de nafta; el perfume de los dioses. Acelero cuando yo quiero, y cuando lo decido, puedo levantar el pie. Como la vida misma. Busco el equilibrio entre el vértigo y la calma; golpear y ceder, como decía Bruce Lee aplicando la teoría del yin y el yan.
         Y si la avenida Santa Fe sonaba a Depeche Mode y Crystal Waters, la ruta suena a Creedence y a The Cult, con sus carteles de kilómetros y de avisos de maquinaria agrícola. Los extraterrestres de la ruta 38 junto al Uritorco, los puestos de naranjas de la zona de San Pedro, una parrilla pasando Zárate, o aquel bizarro hotel rutero de Armstrong que tiene garaje techado, una excelente opción de cocina para la cena y es ideal para hacer noche y seguir.
         En la silenciosa soledad de esos hospedajes y sus habitaciones singles básicas puedo encontrarme y reencontrarme conmigo mismo y con los misteriosos monstruos marinos que me acechan en la carretera.
         Recuerdo que siendo un niño, mi abuelo en los veraneos me llevaba a una quinta que tenía en las islas del delta, donde él era seguramente feliz. Y una tarde en el muelle frente al río yo le pregunté: “si te gusta tanto estar aquí en la naturaleza, ¿Por qué no te venís a vivir acá?”, entonces él me contestó desde su infinita sabiduría: “porque uno necesita un poco de todo. Cuando estoy mucho tiempo aquí, extraño cosas de la ciudad, y cuando necesito volver a estar junto al rio entre los árboles y los pájaros, simplemente vuelvo a mi ranchito del Delta”. En ese momento no se si entendí. Años más tarde me veo haciendo algo parecido.
         Hasta Luca Prodan llegó en su momento desde Europa hasta las sierras cordobesas escapando de su adicción a la heroína. No duró mucho allí, y poco tiempo más tarde estaba tocando con su banda Sumo en los sótanos porteños. Doy gracias a Dios de haberlo visto en vivo.
         Puedo alejarme de la ciudad cuando lo necesito y ser parte de la ruta. Y luego volveré, sé que volveré una y otra vez a Buenos Aires así como se vuelve a una novia a la que no se puede dejar. No sé si pertenezco a la ciudad o a la ruta a esta altura. Historias de viejos lobos.


                                               Por CESAR RODRIGUEZ BIERWERTH

viernes, 8 de mayo de 2015

LA RUTA DE LOS INMORTALES POR POP RADIO

Gracias COCO SILY y CARLA CZUDNOWSKY por sus comentarios de elogio para mi libro en el programa de hoy de "Código Sily" (de 13 a 16 hs por Pop Radio 101.5 FM). Según anunciaron además, próximamente leerán uno de mis cuentos al aire y sortearán entre los oyentes un ejemplar de LA RUTA DE LOS INMORTALES.

http://www.pop-radio.com.ar/