HISTORIAS DE LA CIUDAD, LA NOCHE, LOS AUTOS Y LA RUTA

HISTORIAS DE LA CIUDAD, LA NOCHE, LOS AUTOS Y LA RUTA

"Ya he escrito toda la carretera. He ido rápido porque la ruta es rápida. Es sobre tí, sobre mí y sobre el camino"
(Carta de Jack Kerouac a Neal Cassady fechada el 25/5/51)





miércoles, 28 de marzo de 2012

domingo, 25 de marzo de 2012

GRANDES ÉXITOS


En el número 144 de TC Urbano, allá por octubre de 2009, aparecía publicado mi primer cuento “Caravana de Chevys”. Ese texto escrito casi por casualidad en un Café Martínez de la calle French fue el puntapié inicial no solo de mi etapa como escritor, sino también de un camino en el cual a través de mis narraciones, pude sumergirme en un mundo de historias que conjugan recuerdos verdaderos con elementos de ficción que he tenido la suerte de compartir con todos los lectores de la revista. Luego de dos años y medio, y habiendo publicado ya diecinueve de mis historias –muchas de las cuales también han sido lanzadas como videos o cortometrajes- creo que ha llegado el momento del balance de todo este universo apasionante que el destino parecía tenerme reservado, y que no solo me ha dado grandes satisfacciones en cuanto al reconocimiento de los lectores, sino que además me permitió ganar muchos nuevos amigos. Precisamente estos nuevos amigos son mis “Grandes Éxitos”.
Un mes atrás paré a cargar nafta en una YPF de Dolores en ruta 2, y el empleado de la estación de servicio encargado de llenar el tanque de mi Chevy, al ver el calco de la luneta con el nombre de mi Blog, me dijo sin saber que era yo el autor de los cuentos: “¡que buena página esa!”, y comenzó a contarme cuales eran sus historias favoritas hasta con citas textuales. Esos también son mis “Grandes Éxitos”, como cuando mis seguidores de La Noche de la Chevy me cuentan en sus comentarios que por un instante volaron con la imaginación o sus recuerdos.
En esta oportunidad elegí mis pasajes favoritos de cada uno de mis relatos que considero emblemáticos o representativos de ellos, algunos de los cuales mucha gente –algunos compañeros de años y otros desconocidos- me repite de memoria en cada oportunidad.
Puedo decir con orgullo, que esta ruta de los cuentos seguirá a través de cada número de la revista en mi querida Sección, tanto como a través de mi Blog y mis videos, y seguramente en breve con la edición de mi primer libro de recopilación de todas estas narraciones. Gracias por acompañarme. CÉSAR.

CARAVANA DE CHEVYS
Pero imprevistamente, un domingo de 2009 el asfalto comenzó a temblar. Edificios y monumentos comenzaron a temblar. Y las calles de Buenos Aires se poblaron de cientos de Chevys. Llegaron en columnas como ejércitos desde Parque Roca –columna sur– y Parque Sarmiento –columna norte–, para encontrarse en el Obelisco y desfilar resplandecientes, en caravana hasta Puerto Madero y la Costanera. Y la ciudad se pobló nuevamente de franjas, ruedas patonas y bramantes escapes que parecían echar fuego como dragones. Y los plásticos roedores en cuotas que poblaban las calles, se hicieron a un lado, temerosos ante el avance de la metálica caballería.

LA SEGUNDA CRUZADA
Se dice de una raza de inmortales, cuyo medio natural serían las rutas, que de tanto en tanto suelen organizarse en violentas y sorpresivas demostraciones de poder atronando las calles de la ciudad con sonidos de mecánicas ancestrales

LA TERCERA CRUZADA
Cuando ya casi nadie quedaba en el devastado campo de batalla, Thiago se acercó paso a paso al chamuscado casco de su querida Chevy que yacía inmóvil rodeada de placas de plástico rotas en pedazos, así como yace el cuerpo de un bravo caballero en su mortuoria armadura rodeado de los restos de sus enemigos a quienes cobró cara su muerte. Miró en silencio al auto que tanto había soñado desde pequeño y que por esas cosas del destino, se había inmolado bajo las descargas eléctricas para rescatar a su dueño. Se aproximó más y más hasta llegar a la ventanilla del conductor para poder ver finalmente a quien había sido el valiente que dio su vida por devolverle a él la libertad y a los autos clásicos la dignidad. Pero ningún cuerpo se encontraba en el habitáculo de la cupé, estaba vacía. Sobre la quemada cuerina de la butaca del conductor solo había una hoja de papel manuscrita con una letra que le resultaba “familiar”. La nota solo decía: “¡All’alba vincerò!”.

MANIFIESTO
Y aquella fascinación de la niñez que sentíamos en esa vereda de La Boca se repite al paso de cada seis cilindros que ya de tanto en tanto hace temblar alguna calle de barrio, donde algún pibe señala asombrado al dinosaurio preguntándole a su padre qué clase de monstruo es ese. Brindemos por ello entonces, y a seguir engrasándonos las manos, que el niño que fuiste te está mirando. No lo traiciones, y que rujan los escapes libres.

LA NOCHE DEL IMPALA
Cuando salí de Madaho´s comenzaba de a poco a llover. El olor del asfalto mojado de la ciudad es inigualable. Caminé unos metros hasta el auto del lado del paredón del cementerio, y se me ocurrió pensar que en esa cuadra de Azcuénaga al 1900, la calle no divide al mundo de los vivos del de los muertos, sino que por el contrario constituye una zona gris, donde se unen ambos mundos.
Las gotas caían sobre el casco de la cupé, haciendo que se vea aún más hermosa con su parrilla cromada que sonreía invitándome a ganar la ruta.

CONVOYS!
Se llamaba Edgardo pero le decían Egar, y era fanático de las series y películas de vaqueros. Dentro de los límites de sus dominios –una pequeña casa con patio y jardín en Lanús, a la vuelta del club Pampero– solía andar con un sombrero de cowboy, o “convóy”, como entonces se decía en los barrios suburbanos. A fines de la década del sesenta, él y su mejor amigo desplegaban día tras día un mapa-color de América del Sur sobre el piso de aquel patio inigualable. Marcaban y remarcaban dos cruces. Una en Buenos Aires y otra en Caracas, Venezuela. Entre ambos puntos trazaban rutas imaginarias con diferentes colores de “pinturitas” Faber. Los dos adolescentes soñaban con un viaje fantástico que los llevaría a través de ruinas incaicas y salvajes junglas, atravesando luego el mítico camino trans-amazónico para llegar finalmente a la capital venezolana. En el camino seguramente vivirían mil peligros e historias de amor. Si años antes unos audaces Ernesto Guevara y Alberto Granados lo habían intentado en una moto Norton 500, ¿por qué no habrían de lograrlo los dos intrépidos aventureros de la zona sur esta vez en un automóvil?

VIAJAR EN EL TIEMPO
Al otro extremo del mundo, en Piñeiro, junto al portón de madera, Betty, la mujer de Rubén y madre de Ale y Diego, nos prepara un bizcochuelo y nos tiene listos unos mates, mientras mis amigos y yo reforzamos nuestros dragones con chapa del 18, barras estructurales y jaulas tubulares. Nuestras fieras no ostentan frías siglas como A3, A6, A8 etc. Los nuestros se llaman Super Sport, Brava o Pura Pimienta. Sueño despierto e imagino, que algún día deberíamos arrasar el Audi Lounge como una invasión vikinga, dejando solo un montón de escombros y varios negocios inconclusos.
Y hablo de vikingos porque no dejo de pensar en mi viaje a otras edades de la historia de la humanidad.
Por todo ello, a esta altura puedo concluir que a ciencia cierta sé que nunca seré capaz de inventar una máquina para viajar en el tiempo. Pero conozco un lugar, en la zona sur, donde puedo experimentar un efecto bastante parecido y sentirme un poco dentro de otra época, donde la amistad y los autos eran de fierro.

MUTANTES Y GLADIADORES
No ganó ni perdió aquella pelea. Dio y recibió, como suele suceder, pero cuando todo terminó se dirigió hacia la barra de aquel tugurio donde yo estaba apoyado, y quizá advirtiendo mi mirada de admiración cuando pasó a mi lado me saludó serio con la cabeza. Con su cercanía advertí que el tipo tenía ese olor inconfundible de quien duerme en la calle, el olor de la pobreza. En silencio le devolví el saludo del mismo modo levantando un poco mi lata de cerveza a su paso. Cuando pasó y quedó de espaldas a mí se detuvo, giró y me pidió que lo invite una ficha de pool. Le dije que no, que ya me iba. Asintió haciendo una especie de reverencia de bufón y siguió con sus muletas un paso mas, y volvió a detenerse y girar su cabeza de búho: “¿… Y una birra?”. Miré al orangután que atendía la barra y le dije: “Una lata más de cerveza para él”.
Mientras me iba de aquel antro, vi al gladiador de las muletas gastadas saludarme con su flamante lata de Quilmes desde la barra. Se la había ganado.

THE SKY IS CRYING
Existe una armonía sincrónica muy especial entre los hombres y el motor de sus autos (recomiendo los 6 cilindros) que solo las almas elevadas pueden lograr en la soledad de la ruta. Ese es el punto donde el corazón y la mente se hermanan con los latidos que surgen de las entrañas del dragón bajo el capot. Muchos alcanzan este punto de nirvana a las 3000 RPM, algunos más arriba incluso, no se trata de acelerar al extremo, sino de encontrar el equilibrio único que se da cuando una persona y su auto son uno solo. Esto es muy difícil de lograr en las ciudades en las horas pico, donde hombre y máquina se encuentran a disgusto en el tránsito y ambos tienden a recalentar. Pero la ruta es especial para eso. Allí se encuentra la armonía. Allí le cuento en privado mis historias de triunfos y fracasos a mi Chevy, que a su vez me cuenta las suyas. Desde ya, esto solo puede darse con humanos que tengan historias para contar, y con autos que a su vez tengan las suyas en su pasado, y con personas y coches que sepan escucharse mutuamente. Estos requisitos, desde ya, dejan fuera de toda posibilidad a personas vacías o superficiales, así como a autos nuevos y sin heridas.

CHARLA CON UN PUMA
¿Así que ahora los muy cobardes pagan por cada puma muerto? Déjalos entonces acercarse y afilemos nuestras garras sobre alguna piedra para el zarpazo yugular de quien sabe pelear en la distancia corta. Esa en la que pelean solo los bravos.
Hoy vienen por ti, mañana quizá lo hagan por mí o por mi carro de combate, que tanto los asusta. Los asusta la fuerza, lo salvaje, el alma del predador que ellos no tendrán jamás.
Vos y yo hemos visto aparecer y morir tantas ovejas a esta altura. Y ya nadie las recuerda, ya sea que estén cubiertas de lana o plásticas carrocerías.
Así que sigamos avivando el fuego en esta noche de estrellas silenciosas y recordemos otras historias de tus cacerías…y de las mías. Antes de que los puntos rojos de las miras se posen sobre nosotros.

BALLADA PARA UN FALCON ‘81
La denuncia policial en la Comisaría 24 del Barrio de La Boca, consignaría en aquella fatídica noche de abril de 2002, que un Ford Falcon Standard celeste estacionado sobre la calle Lamadrid había sido robado en horas de la noche, mientras a pocas cuadras se jugaba un partido de la Copa Libertadores. Yo personalmente, creo que mi viejo amigo y maestro modelo ‘81, un día consideró que finalmente yo ya estaba listo para seguir mi camino solo, habiendo aprendido ya, sus valiosas enseñanzas en nuestro sendero marcial.
Te pido perdón entonces, guerrero de armadura de color gastado, si a veces me permito la debilidad de extrañarte. O de extrañar ese mundo que vivimos escuchando viejas canciones de los ochentas en aquel Pioneer de carcaza metálica.
Así que desde aquí me permito reverenciarte tal como los gladiadores lo hacían a su emperador: ¡los que van a morir te saludan!

EL LLAMADO DEL CAMINO
Lo cierto es que pasaron los años y aún de tanto en tanto, ya no en aquel aeropuerto quizá, pero en algún otro seguramente, o en alguna terminal de micros o estación de servicio rutera, o en algún bar de pueblo desconocido, vuelvo a aprisionar entre mis manos algún pocillo de café acercando mi nariz al humo cargado de aroma a recuerdos, y cerrando los ojos vuelvo a repetirme a mi mismo aquella línea magistral: “un amor real es como vivir en aeropuertos”.

LOS POSTERS DEL TIEMPO
“…la vida debe ser una gran aventura…o nada.”

EL VALIANT Y EL MOLINO
Entre las gruesas columnas marmoladas del salón principal, en medio de humeantes submarinos y tostados de jamón y queso fue que con su madre, Luis había tenido tardes enteras de debate acerca de temas tan importantes como por ejemplo, si el personaje de Disney conocido como Goofy, o Dippy, o Tribilín, era en realidad un perro, dado que en las películas Pluto ladraba, pero él hablaba fluidamente con otros personajes como Mickey –no por casualidad recurrente dueño del mismo Pluto-, por ende: Tribilín no podría ser un perro, porque podía hablar, usaba ropa y no era mascota de nadie. Ello así, si en el universo de las películas e historietas de Disney, todos los animales hablaban –patos, ratones, loros, etc.– menos los perros, y Goofy hablaba como todos los demás, ¿Qué clase de animal sería? Aún así, por sus largas orejas caídas y su hocico, se veía muy parecido a un perro…

EL ESCRITO DE TOLEDO
¿Encontraste ya a tu princesa en ese pueblo perdido que no aparece en los mapas? El reloj de arena de la muerte se hizo trizas aplastado por las ruedas de tu Rally Sport que nunca detuvo su motor. Aguárdame con esa caballería invencible para el asalto final de los soldados de la pasión. Y que tu cruz brille siempre sobre la luna.

FANTASMAS OXIDADOS
El antiguo casco oxidado de un auto clásico de fabricación nacional, hecho en los sesentas, te mira en silencio bajo capas de polvo y espera escuchando a tu corazón.

CORONADO DE GLORIA
Nos poníamos a la par de las chicas más lindas que pasaban, para piropearlas, y ellas nos ignoraban con una frialdad que cortaba el aire, lo cual actuaba como disparador para que Rodi, tras el volante comenzara a proferirles las más atroces guarangadas. Nadie se fijaría en cuatro atorrantes con sus miradas de fuego y de visible mala posición económica (dado el auto destartalado en el cual se desplazaban). Pero teníamos la inocencia de aquellos que se sienten felices de la vida sin temer a la muerte, cuyo rostro despiadado aún no conocíamos de cerca.

LOS INTEMPORALES
Por todo ello, si alguna noche de borrachera ves la figura de un legendario animal alado cruzar la luna llena montado por un jinete de eterna juventud, quizá no estés alucinando; puede que sea la pura realidad. Muchos sostienen que aquello que imaginamos no es mera fantasía, sino una memoria de algo ya vivido que de tan perfecto resulta mágico a los estándares del sentido común. Los intemporales no tienen esta limitación perceptiva y simplemente viven aquello que deciden vivir.
Un saludo entonces desde aquí, a todos los intemporales que lean ahora las líneas de este mensaje encriptado en esta botella arrojada al océano de las eternas tempestades. Y que salgan a volar esos dragones.

CRUZAR EL RIO
Creo sinceramente, que jamás perdí aquel espíritu de salir a remar y cruzar el río.
En mis oídos y en mi mente aún resuena la voz de Graciela Mancuso en ondas radiales perdidas en el tiempo diciendo: “vivirás…yo sé que vivirás”.

Por CESAR RODRIGUEZ BIERWERTH