HISTORIAS DE LA CIUDAD, LA NOCHE, LOS AUTOS Y LA RUTA

HISTORIAS DE LA CIUDAD, LA NOCHE, LOS AUTOS Y LA RUTA

"Ya he escrito toda la carretera. He ido rápido porque la ruta es rápida. Es sobre tí, sobre mí y sobre el camino"
(Carta de Jack Kerouac a Neal Cassady fechada el 25/5/51)





viernes, 6 de marzo de 2015

RESCATE EMOTIVO


 “¿Estamos en tiempo?”, preguntó Edu mientras manejaba aferrado a ese volante con el óvalo azul central por avenida Pavón mano a Capital. “Sí, dale tranquilo que sobra tiempo”, le contestó Beto desde el asiento trasero donde estaba sentado solo desparramado y mirando para afuera con naturalidad las caras de asombro de la gente de otros autos que, al ponerse a la par de aquel Falcon ´70 rojo imperial, trataban de mantenerse paralelos para sacarle fotos con los celulares. Algunos, quizá los más educados, pedían permiso a Edu para hacer sus tomas: “¿Te molesta si mi pibe se saca una fotito con el celu?”, le preguntó el conductor de una Eco Sport mientras el niño hacía lo posible por encuadrar su toma con un LG de 8 megapixeles que sacaba por la ventanilla.
   Desde el asiento del acompañante del Falcon, Diego resoplaba “Pfff ¡cómo están todos ahora con eso de las camaritas, y las fotitos! ¿Cuánto tiempo de sus vidas se la pasan con esa zanata de las fotitos de acá, de allá? ¡Qué boludez, por Dios!”. Mientras manejaba, Edu reflexionaba: “Es que les llama la atención un auto así. Mirá lo que son los autos de ahora, todos de plastiquito, parecen de juguete, ni ruido hacen”, y desde atrás Beto echaba leña al fuego: “¿Juguetes?, un Duravit era un juguete. Estos de ahora no son ni eso. A un Duravit lo podías tirar al piso, patear, te le podías parar encima y nada; no se rompía ni en pedo. Mirá, mirá lo que es eso”, agregaba señalando a un Clio Mio recién sacado de la agencia. “A ver, a ver… Renault. ¿Eso es un Renault? Un Renault era un Renault 12, un 18, que se yo… una renoleta. Pero eso ¿qué es?”. “Bueno, el Renuault 12 siempre fue feo”, lo interrumpió Edu. “Pará, que mi viejo tenía un Renault 12 de esos y se la rebancaba”, se defendía indignado Beto. “Bueh… está bien, pero esto es un fierro”, intervenía Diego golpeteando por fuera el techo del Falcon, y especificaba: “Seis cilindros, todo de fierro, mirate a vos, todo despatarrado ahí atrás. ¿Adónde vas a estar así?”. “Ok, ponete algo bueno en el estéreo”, cambió de tema Beto, que efectivamente estaba despatarrado. Ponete ese de Deep Purple, o el de los Rolling, que después en el boliche van a pasar toda esa música bailable de mierda. El de los Rolling mejor”, sentenció Edu desde su puesto de conductor. Y de inmediato Beto insertó el casete en el Pioneer que hizo clack! y empezó a sonar “Emotional Rescue” (Rescate Emotivo). Con la voz de Jagger de fondo el Falcon ´70 cruzó Puente Pueyrredón y comenzó a deslizarse por calles y avenidas de la Capital.
   Un auto clásico. Y tres amigos hablando temas livianos en una noche porteña de sábado. Algo tan simple y tan mágico como eso.
   Diego sacó la cabeza por su ventanilla de acompañante, y respiró el delicioso aire nocturno de la libertad. Dijo a sus compañeros: “Éramos tan felices, ¿se acuerdan?, y no lo sabíamos”.
   En un semáforo de la avenida Independencia se detuvieron a la par de un Chevrolet 400, que se veía impecable, con todos sus cromados, su techo vinílico, sus molduras originales y sus insignias de Super Sport. Adentro iban unos pibes que aparentaban no superar los 30 años. Ambas naves pisaron sus aceleradores en el lugar como esperando una largada, haciendo ruido con sus motores, y cuando el semáforo pasó a verde, en lugar de salir despedidos hacia adelante, los habitantes de los dos bólidos comenzaron a reírse cruzando miradas cómplices, mientras salían despacio en paralelo para poder hablar de auto a auto. Beto bajó la ventanilla trasera del Ford y les preguntó a los del Chevrolet: “¿Ustedes para dónde van?”. “A buscar a un amigo, y después para Saint Thomas”, les respondieron los del 400. “Nosotros igual, pero después nos volvemos para zona sur, Lanús” les dijo Beto con pulgar para arriba. Al llegar a la Avenida La Plata, el Super Sport dobló, y los muchachos del Falcon lo saludaron mientras lo veían alejarse. “Es lo que siempre digo”, reflexionaba Edu. “¿Escuchaste cómo sonaba ese Chivo? ¡Qué importa la marca!, ¡qué sonido, por favor!”. Beto desde atrás miraba el espejo retrovisor interno como para cruzar miradas con sus compañeros y susurró con una sonrisa irónica de esas que encierran secretos: “Saint Thomas, dijo…dijo Saint Thomas…”. “Sí, entendimos”, dijo Diego como cerrando ese tópico.
            Pocas cuadras más adelante un control policial constituido por un patrullero y varios uniformados de a pie les hizo señales con una linterna para que se detengan a un costado de la avenida. Los chicos detuvieron el Falcon prolijamente junto al cordón y vieron como el Oficial a cargo del grupo se les acercaba sonriente haciéndoles el saludo militar, llevándose la mano derecha a la gorra. Se apoyó en la puerta del conductor desde afuera, y mirando hacia el interior del auto le dijo a Edu: “No te preocupes, era solo para ver el auto… te felicito. ¿Cómo hacés para tenerlo tan original?”. Los muchachos respiraron aliviados a la vez que Edu contestaba: “Y…es un laburo, y guita y sacrificio y sacarlo solo para pasear los fines de semana”. En tanto una agente uniformada femenina se ponía detrás del auto y anotaba los datos de la patente. “Bueno, sigan, te felicito nuevamente”, remarcó el Policía, a lo que agregó: “Pero antes ponelo en marcha y dejame escucharlo un poquito”. Edu giró la llave, de arranque y pisó un par de veces el acelerador. Puso primera, le dijo buenas noches al uniformado y siguió su camino con sus dos amigos. Mientras el Falcon se alejaba, la policía femenina se acercó al Oficial y le dijo: “Estoy chequeando los datos de ese Ford…y por radio me informaron que es un vehículo siniestrado en 1989…un rodado que cayó al Riachuelo del lado de Provincia… donde murieron tres de sus ocupantes y solo se salvó uno. Aparentemente chicos jóvenes haciendo locuras con el auto…”, allí la Suboficial reflexionó: “¿No será un auto gemelo o algo así?”.
El vehículo en cuestión ya se había perdido en la noche de aquel sábado. El Oficial a cargo del puesto se sacó la gorra y rascándose la cabeza dijo en voz baja, mordiéndose los labios: “Y pensar que recién los teníamos acá… dejá, no digas nada. No pasó nada”. El oficio de quien sabe evitar problemas.
Al llegar a la avenida Díaz Vélez, minutos más tarde, Beto preguntó: “¿Cómo venimos de tiempo?”. “Bien, bien”, contestó Diego mirando su reloj pulsera.
Estacionaron frente a la puerta principal del Hospital Durand. En el piso de terapia intensiva, el Cuerpo Médico acababa de decretar la muerte clínica de un hombre de 50 años, que venía acarreando problemas cardíacos, sin parientes que lo hayan acompañado en esa instancia final. El Jefe del equipo de profesionales de la salud le dijo al grupo a su cargo: “Hicimos todo lo posible por este… Bruno… como se llame. ¿Alguien para darle la noticia?”. “Negativo”, le contestó uno de los doctores del recinto con una planilla en sus manos, “En la ficha figura como divorciado. No sabemos si tenía hijos. Se presentó solo”. El cardiólogo en jefe agachó la cabeza haciendo un gesto negativo a la vez que reflexionaba en voz alta: “Qué triste morir así, tan solo sin que nadie venga a buscarte”.
Los médicos se equivocaban. Solo sacaban conclusiones erróneas frente a un cuerpo inerte. Bruno –o el Tano, para los amigos– bajó a la carrera las escaleras del hospital. Y una vez que llegó a la puerta, salió a la vereda y allí los vio. Sus tres amigos de siempre estaban apoyados en el Falcon 70 resplandeciente como nunca, esperándolo para una nueva noche de parranda y aventuras.
“¡Por fin, Tano querido!”, le gritó Edu con los brazos abiertos. Bruno corrió a abrazarlos y los cuatro compinches de toda la vida volvieron a ser inseparables. Entraron al Ford, que Salió quemando cauchos,  haciendo tronar ese seis cilindros nuevamente hacia zona sur. “¡Vamos todos para La Casona a festejar!”, gritaba Beto sentado atrás ahora con Bruno a su lado. “Ya son más de las dos de la mañana y recién se empieza a poner bueno. Dale, poné de nuevo ese de los Rolling”. Y todos rieron como no lo hacían juntos desde 1989.
Existe un plano donde la amistad es más fuerte que la muerte, donde un Falcon Deluxe 70 espectral puede ser visto surcar la noche de un sábado. Y donde La Casona y Saint Thomas nunca cerraron.
Rescate emotivo.

                                    Por César Rodríguez Bierwerth