HISTORIAS DE LA CIUDAD, LA NOCHE, LOS AUTOS Y LA RUTA

HISTORIAS DE LA CIUDAD, LA NOCHE, LOS AUTOS Y LA RUTA

"Ya he escrito toda la carretera. He ido rápido porque la ruta es rápida. Es sobre tí, sobre mí y sobre el camino"
(Carta de Jack Kerouac a Neal Cassady fechada el 25/5/51)





viernes, 28 de mayo de 2010

CARAVANA DE CHEVYS

El domingo 23 de agosto de 2009, más de 150 Chevys fabricadas en el país entre 1969 y 1978 marcharon conducidas por sus dueños en caravana rodeando el Obelisco y bajando por Corrientes hacia la Costanera, como festejo conmemorativo por el 40ª aniversario del comienzo de la producción de ese clásico auto en Argentina. El evento fue declarado de interés cultural por el Gobierno de la Cuidad de Buenos Aires.

“-¡Ah, tío, que coche tan maravilloso!-suspiraba Dean-. Piensa lo que podríamos hacer tú y yo si tuviéramos un coche como éste. ¿Sabes que hay una carretera que baja hasta México y luego sigue hasta Panamá…? y quizá continúe hasta el final de América del Sur donde los indios miden más de dos metros y mascan coca en las montañas. ¡Sí! Tú y yo, Sal, recorreríamos el mundo entero en un coche como éste, porque, tío, en definitiva la carretera, tiene que dar la vuelta al mundo entero. ¿Adónde va a ir si no? ¿No es así?…”Jack Kerouac – On the road -
El abuelo insistía y caminaba por Corrientes una y otra vez en la tarde del domingo, desde Callao hasta Suipacha de la mano de su cada vez más escéptico nieto, y le aseguraba en vano: “Te juro que estaba por acá el Cine Los Ángeles donde pasaban las películas de `Gual´ Disney”. Y el nieto ya resoplaba descreído, tanto de eso como de las historias que el anciano solía contarle donde recurrentemente aparecían figuras legendarias y autos legendarios.
En un tiempo los autos tenían vida propia. Tenían nombre, sobrenombre, corazón, latidos. Rugían. No hablaban, eso sí, pero sabían escuchar. Hacían caso, y a veces se revelaban.
La Brava, el Coche Rana, el Jean sobre Ruedas, la Gran Tentación, y otros dinosaurios poblaron estas tierras en épocas prehistóricas –la década del 70– antes de la llegada de las computadoras de a bordo, la inyección electrónica, los chips de potencia y los ABS.
Cuando se sentían mal, todo el instrumental necesario para lograr una mejoría y seguir adelante era un juego llaves que a modo de botiquín, sus propietarios debían llevar en una cajita en el baúl. No había que recurrir el service oficial especializado de una gran corporación para una reprogramación del software original. Porque al levantar el capó, uno se encontraba con un irresistible desafío de metales, tuercas y engranajes que invitaba al ajuste; aún cuando éste resultara innecesario. Tu mecánico era un tipo rústico que se veía como tal –de manos gruesas y llenas de grasa– que entre mate y mate ponía a punto… regulaba.
Hoy anónimos personajes de impecable guardapolvo blanco y lentes, con numerosas lapiceras en bolsillos externos, con aspecto de científicos, chequean datos que aparecen en pantalla de asépticas notebooks en centros oficiales de diagnóstico computarizado. Bajo los capós de los vehículos actuales, oscuras placas de plástico cubren corazones artificiales con sobrias leyendas que advierten: “warning” –no tocar–, “authorized service only”. Entonces quien fuera niño intrépido, deviene en adulto cauto, asustado y buen pagador. Retrocede.
Pero aquellos dinosaurios, Chevys, Toros, Valiants, se resisten a desaparecer por completo. Ni siquiera el fallido crimen del Plan Canje de los noventas pudo con ellos. Un dueño merecedor de semejantes clásicos no caería fácilmente en el engaño de entregar “fierro” a cambió de plástico, industria argentina por producto en serie del Mercosur, una leyenda a cambio de un medio de transporte en envase no retornable. Esos envases que no sirvieron para pagar deudas en dólares al llegar la crisis del 2001. Mientras las Chevys -metálicos carruajes- observaban en silencio sin entender cuando fue que la Argentina dejó de ser un país industrial.
Y así fue que los viejos clásicos, esos que no fueron abandonados, sobrevivieron una vez más a otro período glaciar.Pero fue en aquellos viejos tiempos rupestres, los setentas, donde reinó la Chevy. Franjas remo, franjas escorpión, techos vinílicos, Serie 2, rojo mandarín, verde tempestad. Surcaban como cometas las rutas argentinas. Hasta el fin, claro.
A bordo de ellas nacieron y estallaron miles de historias de amor y pasión que las Chevys atesoran en sus habitáculos en forma silenciosa, ya que como dijéramos, jamás hablarán –rugen–. Y una casta de guerreros templarios es la que se ocupa y tiene la sagrada misión de proteger y restaurar eternamente estos caballos de metal. Y ese mandato se transmite a modo de código secreto de generación en generación, en garages suburbanos con paredes pobladas de valkirias insinuantes.Hoy en día las calles ya no están hechas para las Chevys, sus potentes motores consumen mucho combustible, y el pesadillesco tránsito hace que las temperaturas suban. Además los estacionamientos repletos, con subidas caracol y capacidades colapsadas solo admiten autos pequeños o con direcciones asistidas. El lugar que ocuparía un clásico setentista ideado en Detroit puede ser ocupado por dos o hasta tres vehículos de nueva generación maniobrables casi en forma digital.
Pero imprevistamente, un domingo de 2009 el asfalto comenzó a temblar. Edificios y monumentos comenzaron a temblar. Y las calles de Buenos Aires se poblaron de cientos de Chevys. Llegaron en columnas como ejércitos desde Parque Roca –columna sur– y Parque Sarmiento –columna norte–, para encontrarse en el Obelisco y desfilar resplandecientes, en caravana hasta Puerto Madero y la Costanera. Y la ciudad se pobló nuevamente de franjas, ruedas patonas y bramantes escapes que parecían echar fuego como dragones. Y los plásticos roedores en cuotas que poblaban las calles, se hicieron a un lado, temerosos ante el avance de la metálica caballería.
Y los mozos de los bares de Corrientes salieron a saludarlas a su paso como el pueblo orgulloso a sus vistosos granaderos volviendo a través de la historia.
Fue entonces, ante el paso de la caravana, donde el nieto boquiabierto le escuchó decir a su abuelo con la mirada iluminada: “Sabía que volverían”.
La crónica periodística señalaría luego que fue una demostración conmemorativa por el 40ª aniversario del comienzo de la fabricación de la versión argentina del Chevrolet Nova. Consultado que fue uno de los pilotos, deslizó en tono familiar: “Estamos festejando el cumpleaños de la Chevy”.

3 comentarios:

  1. Bueno, después de esto me he convertido en fan de tus textos.
    Gracias por compartirlos, Cesar! Me encanta tu manera de plasmar en palabras todo eso que sentimos los amantes de estos queridos fierros...

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  2. Gracias Dave. Este fue el primero de mis cuentos. Lo tiene en un marco el presidente de la General Motors y lo leí en el Aniversario de la Asociación Chevrolet Argentina. Con esto empezó todo.

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  3. Cesar, muy bueno tu blog, sobre todos los textos y los videos... Yo era socio de un club de chevrolet y por esas cosas de la vida, el tiempo y el descuido, mi vieja chevy se fue cayendo un poco.. y con ella parte de mi animo por salir de nuevo a las rutas, como los 13 años que recorrimos juntos miles de kilometros... Pero debo decir que gracias a tus textos y videos ese animo resurge debajo del polvo que hoy cubre mi auto, y renueva sus ganas de salir como cuando jovenes... Colega por partida doble, gracias por tus publicaciones!! Segui asi! Un abrazo!
    Diecas79

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