HISTORIAS DE LA CIUDAD, LA NOCHE, LOS AUTOS Y LA RUTA

HISTORIAS DE LA CIUDAD, LA NOCHE, LOS AUTOS Y LA RUTA

"Ya he escrito toda la carretera. He ido rápido porque la ruta es rápida. Es sobre tí, sobre mí y sobre el camino"
(Carta de Jack Kerouac a Neal Cassady fechada el 25/5/51)





viernes, 28 de mayo de 2010

MANIFIESTO


“Doy gracias a Dios por mi espíritu indomable”, suspiró alguna vez un hombre encarcelado por casi treinta años que un buen día llegó a gobernar al mismo país que lo encerró. Lejos del veneno del resentimiento, su única reflexión fue de agradecimiento y gratitud por poseer esa chispa que separa al soñador del mediocre, al animal salvaje del doméstico.
Los tigres dorados del zoológico de Palermo, o del de Berlín o de cualquier ciudad, van y vienen eterna e incanzablemente de una punta a la otra de sus celdas. Lo harán hasta el día de su muerte porque nunca dejarán de pensar en escapar. Nacieron para ser salvajes. El niño Borges los miraba con fascinación, tal como más tarde lo haría yo en los lejanos años setenta. Justamente en esos días sin Internet ni 200 canales de cable 24 horas, con mis amigos desde una vereda de La Boca nos sentábamos a contemplar los autos que pasaban: ¡Un Torino Lutheral!, ¡Un Fairlane!, ¡Un Chevrón! a la vez que imaginábamos increíbles historias de aventuras a bordo de esas naves. Que para eso habían sido fabricadas, claro.
Recuerdo que una tarde con mi primo Walter mirábamos en una revista Siete Días una publicidad gráfica a doble página de la Serie 2. Aún recuerdo que era naranja y con franjas “remo” negras propias de ese año ’75, cuando de repente mi otro primo Guille –el mayor– entró al cuarto y Walter le dijo: “Este es el auto que quiero tener cuando sea grande”. El mayor miró nuestra revista y nos la devolvió con aire descreído diciendo: “Para cuando vos seas grande, va a haber autos mucho mejores que este”. Su sorpresiva respuesta nos enmudeció y nos invitó a reflexionar: ¿Qué mundo veríamos en el futuro, donde pudieren existir mejores autos que esa maravilla naranja y negra? Nos miramos en silencio con Walter y enseguida empezamos a improvisar una rampa hecha de libros sobre la cual echaríamos luego a rodar en saltos suicidas a nuestros sufridos autitos Matchbox.
Pero crecimos, y pasaron las décadas. Pasó el tiempo, ese enemigo implacable de los sueños. El propio Sábato dijo alguna vez que cuando se abandona la adolescencia el ser humano se “mediocriza” porque deja de soñar con ser estrella de rock mientras hace una cola para una entrevista laboral en una consultora.
¿Pero que pasaría si nos resistimos?, ¿y qué si no nos entregásemos?, ¿por qué no mantener al menos una de esas ilusiones para no traicionar al niño que fuimos? ¿Qué diría ese chico que supimos ser si nos viese llegar a casa estresados y entregados estacionando un electrodoméstico fabricado en Brasil o en Corea con aire acondicionado, doble airbag y asientos reclinables en forma digital o programada en computadoras de a bordo? ¿Acaso aquel niño soñador jugaba a encender un aire acondicionado? La respuesta es un rotundo No. Hacía saltar al Matchbox como los dukes de Hazard por aquella rampa de libros y carpetas hacia el infinito.
Es hora de que Mad Max y Stuntman Mike vuelvan a calzarse sus camperas de cuero. De que Kowalski y Bullit pisen el acelerador una vez más. De que el Ford Torino de Starsky ruja de nuevo por las calles de nuestra niñez extraviada.
Gracias a Dios estamos en Argentina y hay buena madera. En el pasado aquí se fabricaron acorazados destinados a no morir jamás. Solo esperan el rescate. A no caer en la trampa del consumismo. Que llegue la hora de la sinfonía infernal de los seis cilindros haciendo hervir el asfalto y derritiendo plásticas mentiras.
¿Ya puedes escucharlos? 250, 221, Slant Six, Tornados. En tiempos en que las guerras las libran anónimos nerds por comandos satelitales y coordenadas ajustadas por computadoras de destrucción masiva, un grupo de dementes comienza a forjar y afilar viejas espadas de acero para la batalla final. ¿Qué pasará cuando se caiga tu sistema y tus equipos e insumos dejen de funcionar? Será la hora del metal.
En la cuna de estos musculosos, muy al norte, desde hace algunos años, grupos de rebeldes recorren graneros de pueblos perdidos buscando viejos cascos de Camaros, GTO`s, Mustangs… leyendas en definitiva. Y donde otros ven óxido arrumbado, ellos ven el patrimonio cultural de un país que alguna vez amó la libertad y escuchaba “Born to be wild”. En México hacen lo propio con sus viejos Mavericks, quizá el único muscle originario del país azteca; y en Brasil los mismos soñadores se dedican a revivir a sus Opalas como forma de resistencia al gigantesco polo industrial de San Pablo que empaqueta y expide diariamente miles de rodados perecederos con fecha de vencimiento para ser vendidos en todo el Mercosur. El llamado a las armas parece entonces, internacional.
Aquí, en pleno siglo XXI, un grupo de amigos se reúne en un taller de Zona Sur cada sábado. Andan entre fierros toda la maldita tarde, toman mate, hacen asados, cada tanto… salen a la ruta. No fueron amigos sino a partir de sus 400, sus Chevys, sus Impalas. Lo mismo hace otra banda de fanáticos del Torino que tomó como base de operaciones alguna estación de servicio al costado de una ruta. Y la misma escena se repite a lo largo y ancho del país, en grandes ciudades y pequeños pueblos perdidos en la carretera. La mística del hierro y la amistad, que se resiste a morir.
Hay quienes dicen que el verdadero enamoramiento con el corazón se da cuando uno elije a la otra persona cada día y esa elección se mantiene a través de toda una vida. No en vano la rima más usada en lengua sajona está dada por los términos “together” y “forever”.
La mística del héroe requiere, pues, de un camino y un viaje como el de Ulises. Un viaje de aventuras y también de autoconocimiento. El camino, ese que los orientales llamaban DO, curioso monosílabo que no por casualidad aparece al final de la denominación de tantas artes marciales. Todo héroe solitario necesita de su carruaje o de su corcel. Qué defraudados nos habríamos sentido de pequeños si nuestros ídolos enmascarados hubiesen vendido a su plateado Silver o a su azabache Tornado en algún capítulo del Llanero o del Zorro. Pero no. Eran inseparables.
Pasaron ya muchos años desde aquella tarde en lo de mis primos. Pero hoy puedo afirmar sin miedo a equivocarme que Guille, mi primo mayor, estaba equivocado: cuando fuimos grandes no aparecieron mejores autos que aquella Chevy naranja de la revista Siete Días. Y de alguna manera pude cumplimentar aquella promesa tácita que nos hicimos con mi primo Walter: ahora que crecí manejo esa cupé de superhéroe que aparecía en página central.
Y aquella fascinación de la niñez que sentíamos en esa vereda de La Boca se repite al paso de cada seis cilindros que ya de tanto en tanto hace temblar alguna calle de barrio, donde algún pibe señala asombrado al dinosaurio preguntándole a su padre qué clase de monstruo es ese.
Brindemos por ello entonces, y a seguir engrasándonos las manos, que el niño que fuiste te está mirando. No lo traiciones, y que rujan los escapes libres.

5 comentarios:

  1. ...Brindemos por eso, amigo Cesar!
    Este articulo me emociona particularmente, porque yo viví eso mismo, la Chevy hermosa e inalcanzable era la de mi tío, que en un inolvidable galpón tenía un Torino y un Borgward y una Harley... Sigamos engrasandonos las manos!
    Hermoso texto, gracias!

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  2. Impresionante garage! El toro y la harley: impresionantes, pero sobre todo el Borward!, un lujo.-

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  3. Además proximamante voy a subir un video que estamos armando sobre este texto con un editor profesional, con música e imágenes. Veremos que sale.-

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  4. No sabés, Cesar, lo que era ese garage... Ni hablar de las herramientas, era militar y armó su taller como para fabricar tanques de guerra...
    El guardabarros trasero derecho de esa Chevy se lo regaló el mismísimo Pedersoli (alto amigote), según la leyenda, ese guardabarros estaba puesto en la Chevy que sería la del Flaco Traverso. Desgraciadamente, mi tío "se fue de gira" hace ya muchos años, antes de que yo pudiera interrogarlo y sonsacarle todas esas millones de historias hermosas.
    Abrazo!

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  5. Que nenes!, Pedersoli, el Flaco...
    Interesante la historia del mítico garage de tu tío (si me das tu autorización, algún día quizá lo veas en uno de mis cuentos).- Un abrazo.-CESAR.-

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