“¿Estamos en tiempo?”, preguntó Edu mientras
manejaba aferrado a ese volante con el óvalo azul central por avenida Pavón
mano a Capital. “Sí, dale tranquilo que sobra tiempo”, le contestó Beto desde
el asiento trasero donde estaba sentado solo desparramado y mirando para afuera
con naturalidad las caras de asombro de la gente de otros autos que, al ponerse
a la par de aquel Falcon ´70 rojo imperial, trataban de mantenerse paralelos
para sacarle fotos con los celulares. Algunos, quizá los más educados, pedían
permiso a Edu para hacer sus tomas: “¿Te molesta si mi pibe se saca una fotito
con el celu?”, le preguntó el conductor de una Eco Sport mientras el niño hacía
lo posible por encuadrar su toma con un LG de 8 megapixeles que sacaba por la
ventanilla.
Desde el asiento del acompañante del Falcon,
Diego resoplaba “Pfff ¡cómo están
todos ahora con eso de las camaritas, y las fotitos! ¿Cuánto tiempo de sus
vidas se la pasan con esa zanata de las fotitos de acá, de allá? ¡Qué boludez,
por Dios!”. Mientras manejaba, Edu reflexionaba: “Es que les llama la atención
un auto así. Mirá lo que son los autos de ahora, todos de plastiquito, parecen
de juguete, ni ruido hacen”, y desde atrás Beto echaba leña al fuego:
“¿Juguetes?, un Duravit era un juguete. Estos de ahora no son ni eso. A un
Duravit lo podías tirar al piso, patear, te le podías parar encima y nada; no
se rompía ni en pedo. Mirá, mirá lo que es eso”, agregaba señalando a un Clio Mio recién sacado de la agencia. “A
ver, a ver… Renault. ¿Eso es un Renault? Un Renault era un Renault 12, un 18,
que se yo… una renoleta. Pero eso ¿qué es?”. “Bueno, el Renuault 12 siempre fue
feo”, lo interrumpió Edu. “Pará, que mi viejo tenía un Renault 12 de esos y se
la rebancaba”, se defendía indignado Beto. “Bueh… está bien, pero esto es un fierro”, intervenía Diego
golpeteando por fuera el techo del Falcon, y especificaba: “Seis cilindros,
todo de fierro, mirate a vos, todo despatarrado ahí atrás. ¿Adónde vas a estar
así?”. “Ok, ponete algo bueno en el estéreo”, cambió de tema Beto, que
efectivamente estaba despatarrado. Ponete ese de Deep Purple, o el de los
Rolling, que después en el boliche van a pasar toda esa música bailable de
mierda. El de los Rolling mejor”, sentenció Edu desde su puesto de conductor. Y
de inmediato Beto insertó el casete en el Pioneer que hizo clack! y empezó a sonar “Emotional
Rescue” (Rescate Emotivo). Con la voz de Jagger de fondo el Falcon ´70
cruzó Puente Pueyrredón y comenzó a deslizarse por calles y avenidas de la
Capital.
Un auto clásico. Y tres amigos hablando
temas livianos en una noche porteña de sábado. Algo tan simple y tan mágico
como eso.
Diego sacó la cabeza por su ventanilla de
acompañante, y respiró el delicioso aire nocturno de la libertad. Dijo a sus
compañeros: “Éramos tan felices, ¿se acuerdan?, y no lo sabíamos”.
En un semáforo de la avenida Independencia
se detuvieron a la par de un Chevrolet 400, que se veía impecable, con todos
sus cromados, su techo vinílico, sus molduras originales y sus insignias de
Super Sport. Adentro iban unos pibes que aparentaban no superar los 30 años.
Ambas naves pisaron sus aceleradores en el lugar como esperando una largada,
haciendo ruido con sus motores, y cuando el semáforo pasó a verde, en lugar de
salir despedidos hacia adelante, los habitantes de los dos bólidos comenzaron a
reírse cruzando miradas cómplices, mientras salían despacio en paralelo para
poder hablar de auto a auto. Beto bajó la ventanilla trasera del Ford y les
preguntó a los del Chevrolet: “¿Ustedes para dónde van?”. “A buscar a un amigo,
y después para Saint Thomas”, les respondieron los del 400. “Nosotros igual,
pero después nos volvemos para zona sur, Lanús” les dijo Beto con pulgar para
arriba. Al llegar a la Avenida La Plata, el Super Sport dobló, y los muchachos
del Falcon lo saludaron mientras lo veían alejarse. “Es lo que siempre digo”, reflexionaba
Edu. “¿Escuchaste cómo sonaba ese Chivo? ¡Qué importa la marca!, ¡qué sonido,
por favor!”. Beto desde atrás miraba el espejo retrovisor interno como para
cruzar miradas con sus compañeros y susurró con una sonrisa irónica de esas que
encierran secretos: “Saint Thomas, dijo…dijo Saint Thomas…”. “Sí, entendimos”,
dijo Diego como cerrando ese tópico.
Pocas
cuadras más adelante un control policial constituido por un patrullero y varios
uniformados de a pie les hizo señales con una linterna para que se detengan a
un costado de la avenida. Los chicos detuvieron el Falcon prolijamente junto al
cordón y vieron como el Oficial a cargo del grupo se les acercaba sonriente
haciéndoles el saludo militar, llevándose la mano derecha a la gorra. Se apoyó
en la puerta del conductor desde afuera, y mirando hacia el interior del auto
le dijo a Edu: “No te preocupes, era solo para ver el auto… te felicito. ¿Cómo
hacés para tenerlo tan original?”. Los muchachos respiraron aliviados a la vez
que Edu contestaba: “Y…es un laburo, y guita y sacrificio y sacarlo solo para
pasear los fines de semana”. En tanto una agente uniformada femenina se ponía
detrás del auto y anotaba los datos de la patente. “Bueno, sigan, te felicito
nuevamente”, remarcó el Policía, a lo que agregó: “Pero antes ponelo en marcha
y dejame escucharlo un poquito”. Edu giró la llave, de arranque y pisó un par
de veces el acelerador. Puso primera, le dijo buenas noches al uniformado y
siguió su camino con sus dos amigos. Mientras el Falcon se alejaba, la policía
femenina se acercó al Oficial y le dijo: “Estoy chequeando los datos de ese
Ford…y por radio me informaron que es un vehículo siniestrado en 1989…un rodado
que cayó al Riachuelo del lado de Provincia… donde murieron tres de sus
ocupantes y solo se salvó uno. Aparentemente chicos jóvenes haciendo locuras
con el auto…”, allí la Suboficial reflexionó: “¿No será un auto gemelo o algo
así?”.
El
vehículo en cuestión ya se había perdido en la noche de aquel sábado. El
Oficial a cargo del puesto se sacó la gorra y rascándose la cabeza dijo en voz
baja, mordiéndose los labios: “Y pensar que recién los teníamos acá… dejá, no
digas nada. No pasó nada”. El oficio de quien sabe evitar problemas.
Al
llegar a la avenida Díaz Vélez, minutos más tarde, Beto preguntó: “¿Cómo
venimos de tiempo?”. “Bien, bien”, contestó Diego mirando su reloj pulsera.
Estacionaron
frente a la puerta principal del Hospital Durand. En el piso de terapia
intensiva, el Cuerpo Médico acababa de decretar la muerte clínica de un hombre
de 50 años, que venía acarreando problemas cardíacos, sin parientes que lo
hayan acompañado en esa instancia final. El Jefe del equipo de profesionales de
la salud le dijo al grupo a su cargo: “Hicimos todo lo posible por este… Bruno…
como se llame. ¿Alguien para darle la noticia?”. “Negativo”, le contestó uno de
los doctores del recinto con una planilla en sus manos, “En la ficha figura como
divorciado. No sabemos si tenía hijos. Se presentó solo”. El cardiólogo en jefe
agachó la cabeza haciendo un gesto negativo a la vez que reflexionaba en voz
alta: “Qué triste morir así, tan solo sin que nadie venga a buscarte”.
Los
médicos se equivocaban. Solo sacaban conclusiones erróneas frente a un cuerpo
inerte. Bruno –o el Tano, para los amigos– bajó a la carrera las escaleras del
hospital. Y una vez que llegó a la puerta, salió a la vereda y allí los vio.
Sus tres amigos de siempre estaban apoyados en el Falcon 70 resplandeciente
como nunca, esperándolo para una nueva noche de parranda y aventuras.
“¡Por fin, Tano
querido!”, le gritó Edu con los brazos abiertos. Bruno corrió a abrazarlos y
los cuatro compinches de toda la vida volvieron a ser inseparables. Entraron al
Ford, que Salió quemando cauchos,
haciendo tronar ese seis cilindros nuevamente hacia zona sur. “¡Vamos
todos para La Casona a festejar!”,
gritaba Beto sentado atrás ahora con Bruno a su lado. “Ya son más de las dos de
la mañana y recién se empieza a poner bueno. Dale, poné de nuevo ese de los
Rolling”. Y todos rieron como no lo hacían juntos desde 1989.
Existe un plano donde
la amistad es más fuerte que la muerte, donde un Falcon Deluxe 70 espectral
puede ser visto surcar la noche de un sábado. Y donde La Casona y Saint Thomas nunca
cerraron.
Rescate emotivo.
Existe un plano donde la amistad es más fuerte que la muerte, y los amigos viven luminosos momentos a bordo de autos invencibles, eternos, hacedores de milagros, dicen que más allá del Arco Iris hay un tesoro, dicen que lo que los vínculos verdaderos no conocen la muerte, y que las almas siguen su camino con cuerpos glorificados, dicen que los colibríes buscan esas almas y dicen que las mariposas que se posan sobre nosotros son esas almas que viene a saludarnos...´leyendas...? " , tal vez , acaso esas naves como La Maga no son leyendas??? Dana, te saluda!
ResponderEliminarExcelente cuento, César. Me hizo emocionar!!!! Sos un genio, Ivana.
ResponderEliminargenio!tus cuentos son de lo mejor,siempre estoy a la espectativa de un nuevo cuento segui asi y viva el falcon viva los fierros
ResponderEliminarMuy buen cuento, emociona y trae a la memoria tantos recuerdos y tantos amigos, yo también pasé noches inolvidables en la Casona, , me hiciste recordar y ( te lo digo), alguna lágrima se me cayó. Sigo siempre tus cuentos, cada uno tiene lo suyo, Charla con un puma, El auto fantasma, El Escrito de Toledo, La tercera Cruzada, Manifiesto, El Valiant y el Molino, Amigos de Hierro, El inglés, tantos, me llegaron , pero este para mi es único, especial, Gracias hermano, te merecés muchos éxitos, un abrazo de Roque, de Remedios de Escalada.
ResponderEliminarSos un capo! Siempre que leo tus cuentos pienso que no podés escribir algo mejor, pero me equivoco, al leer el cuento nuevo, me volvés a sorprender, y emocionar! Este Rescate Emotivo, me sacudió, dale para adelante amigo, siempre lo tuyo es excelente, gracias por estas emociones.
ResponderEliminarQué bueno tu cuento amigo, me emocionó , muy bien llevado y con un final que es una maravilla, Rescate Emotivo , un homenaje a la verdadera amistad, que como vos lo relatás, tenés razón, no la destruye ni la muerte. Desde Almafuerte Córdoba, un abrazo hermano, Antonio.
ResponderEliminarGrande amigo! Un cuento que muestra lo que significa la amistad fierrera. Seguí con tanto talento y a pura emoción.Dardo , de Capital.
ResponderEliminarEste no es un cuento más, amigo, es una historia tan buena, tan emocionante que es como un tributo a la amistad , a la lealtad entre los verdaderos amigos , lo único que te puedo decir es que me gustaría que el dia que Dios me llame y me tenga que ir de este mundo, me pase como al "Tano" de tu cuento, y me estén esperando mis amigos de la juventud para volver a salir a nuestras aventuras, y de paso te cuento que a mi, también me dicen "Tano". saludos y felicitaciones desde Maipú, provincia de Mendoza. Benito.
ResponderEliminarGracias por todos los comentarios de aprobación para mi cuento RESCATE EMOTIVO. Gran abrazo a todos. César.
ResponderEliminarTe felicito César, siempre te sigo, y tus cuentos y videos me gustan muchísimo, soy fierrero de ley, y siento que ese sentimiento del fierrero vos lo interpretás, sos nuestra voz, pero lo que te puedo decir es que mi mujer y mis dos hijos se prendieron también,y este Rescate Emotivo , nos emocionó , un abrazo familiar y mi admiración de siempre. Carlos, de Cañuelas .
ResponderEliminarSe me llenaron de lágrimas los ojos, te felicito muy bueno el cuento.
ResponderEliminarExcelente relato César ! Parece revivir viejas y actuales conversaciones adentro de nuestros clásicos , gracias
ResponderEliminarAlejandro Ratto